La cara del alfa se pone más roja que un tomate y Katrina puede notar la vergüenza en sus facciones.
Él deja salir un suspiro y sus hombros decaen en rendición.
—Mi luna, ¿por qué presiento que desconfías de mí? Solo mira lo alterada que te encuentras.
—¿Te crees muy gracioso? Desapareciste de la nada y todos actuaron como unos dramáticos con su misterio sin sentido. ¿Qué diablos estás haciendo vestido así?
Ella apunta en dirección a la túnica blanca que él lleva puesta, asimismo, a la corona de flores que se yergue alrededor de su cabeza y que le decora la frente.
—Solo es un ritual para que el alfa sea asertivo en sus movimientos y puedan fecundar bajo la luna hoy —responde por él una mujer, que para nada luce como una belleza.
—¿Quién eres? —indaga Katrina curiosa.
—Soy la belleza. Mi título se debe a la armonía que tengo con la naturaleza, el placer y la fertilidad. Simplemente, ayudo a los hombres a sacar esa habilidad que les será útil en la noche del reclamo o, como es el caso