Todos celebraban. Como si después de la destrucción existiera un rayo de esperanza.
Leah tragó duro. Eso la hizo sentir perdida. Como si de repente no supiera sobre qué estaba parada.
Cada quien volvió a su lugar. Los lobos guerreros a resguardar los límites. Las lobas junto a los cachorros. Y ella…
Cassian avanzaba con los hombros rígidos y la acompañó en silencio hasta su recinto.
—En unos días iremos por las piedras sagradas. Para el escudo —su rostro mostraba una expresión distante.
Leah asintió con la vista clavada en el suelo.
Y sin decir otra cosa, entró a su cuarto, o lo que quedaba de él.
Se recostó en el colchón viejo y miró la nada. Medio escuchó el drama que había protagonizado Michelle y otro par de lobas jóvenes. Nada que de verdad le interesara.
Ella solo se quedó ahí. Sin querer saber más.
Una hora después, medio adormilada, escuchó la voz de Rutt.
—El alfa ha ordenado que le muestres algunas visiones —dijo desde fuera, sin atreverse a cruzar el umbral. Tenía