El viento arremetía. Los cabellos rubios cenizos de la loba se quedaban pegados en su frente sudada. A cada paso, su cuerpo temblaba de pura rabia.
—¡Démian! —gritó a su compañero—. ¡Dame a esa puta!
Noah tenía los sentidos saturados. Entre la energía palpitante que recorría su cuerpo, el lobo que cargaba a la vidente y la expresión petrificada de su enemigo.
Asher no comprendía cómo ese lobo seguía en pie. Para ese punto, su cuerpo debió haberse hecho cenizas. Pero no. Seguía allí, con los ojos encendidos. El verdadero problema no era que resistiera su energía, sino que la absorbiera, la chupara hasta hacerla suya.
En otro lugar cercano, Aurora, en su forma lobuna, aulló de furia y se lanzó contra dos enemigos a la vez. Aunque débil, su fuerza natural como loba de guerra le permitía derribar con precisión y potencia.
Cada mordida era certera. Cada zarpazo, brutal.
Rutt, por su parte, rugió. Una bestia desatada.
Su tamaño y habilidad lo volvían un muro. Una de sus garras partió el sue