30. Las miradas no se fingen
Camino despacio y la veo muy entretenida en su computadora, vienen a mi mente los recuerdos de aquel día que venía enojado por su propuesta, y ahora, estoy aquí porque no podía aguantar más sin verla.
—Señorita Golden —saludo y levanta la cabeza para mirarme, luce sorprendida.
Se pone de pie rápidamente y se lanza a mis brazos, devolviéndole la calma a mis nervios.
—¡Qué sorpresa! —exclama.
—¿Buena o mala? —pregunto, abrazándola.
—Excelente —dice dándome un beso.
—No quiero interrumpir, pero te extrañaba, quise pasar a saludarte y también por un beshito —señalo mis labios y sonríe, pasa sus manos por mi cuello y me da un pequeño beso.
—Déjame cerrar la puerta —dice alejándose, al regresar me toma de la mano para llevarme a la estancia en la que hay dos sillones—. ¿Quieres un café?
—No, gracias, Giovanna fue a interrogarme y comimos juntos.
—¿Ya sabe que somos novios?
—Sí —confirmo.
—¿Se enojó?
—¿Por qué lo haría? —inquiero.
—Bueno, todo empezó algo complicado —murmura apretand