Luna no estaba contenta.
—Sí —Marina afirmó con calma, sin dudar.
No tenía nada que ocultar.
Luna frunció el ceño y, al ver a Leticia visiblemente abatida, no pudo evitar preguntarle:
—Leticia, ¿esa mujer por la que Diego te hizo tanto daño era Marina?
Leticia, con una expresión amarga, confirmó en silencio y dejó las tijeras sobre la mesa.
—Luna, tengo que ir a recoger a Lidia y Augusto al jardín infantil. Me voy primero.
—No hay prisa alguna. Nosotras también estamos por irnos —respondió Luna, dejando las tijeras a un lado y, antes de dirigir una mirada desaprobatoria a Marina, se volteó hacia Catalina.
—Catalina, nos vamos.
Catalina les dedicó una sonrisa amable mientras se despedían.
En ese preciso momento, recordó que Leticia y sus hijos habían sido reconocidos oficialmente por la familia Herrera.
Catalina realmente no sabía si Marina había sido la causa de todo, despojando a Leticia de su lugar, pero no podía juzgar esa situación.
Lo único claro para ella era que Diego sentía a