Verónica estaba a punto de disculparse, pero justo en ese momento escuchó a Diego toser y verlo levantarse para caminar hacia el auto. No tuvo ni tiempo de abrir la boca.
Daniel, por cortesía hacia Margarita, se acercó a Verónica con tono tranquilo:
—Señorita Verónica, no sé exactamente a qué se refiere con esa disculpa, pero el jefe ahora tiene algo urgente. Disculpe el inconveniente.
Verónica forzó una sonrisa y asintió.
—Solo quería disculparme por el malentendido anterior. No pensaba interrumpir al jefe. Siento mucho la molestia.
Daniel sonrió educadamente y rápidamente siguió a Diego. Verónica observó cómo se subían al auto y esperó a que se alejaran para, cabizbaja, entrar al hospital.
Diego se subió al auto y, sin dudar, le pidió al chofer que los llevara al castillo.
Daniel, algo preocupado, le sugirió:
—Jefe, ¿no quiere que le demos algo para el resfriado primero?
Diego, con tono relajado, contestó:
—No hace falta por ahora.
El auto llegó al edificio secundario del castillo. D