Eldoria era una ciudad pequeña, en donde Victor se había establecido después de dejar su tierra natal en busca de nuevas oportunidades. En los últimos días, había intentado contactar a Yolanda una y otra vez, pero ella no respondía. Esto lo estaba poniendo cada vez más nervioso, al punto de que decidió que al día siguiente volaría a Estelaria para buscarla.
Esa noche, después de salir del trabajo, se dirigió al hospital. Y al entrar a la habitación, encontró a Josefa y a Fátima.
Josefa, al verlo, sonrió cálidamente y dijo:
—Victor, qué bueno que llegaste. Seguro que no has cenado, ¿verdad? Justo Fátima preparó sopa.
Fátima, con una sonrisa discreta, se acercó con un tazón:
—Victor, tomate un poco. Yo misma acabo de prepararla.
Él aceptó el tazón y dio un sorbo.
—Muchas gracias.
Josefa observaba la escena con satisfacción. Siempre había querido que su hijo y Fátima terminaran juntos. Y desde el accidente, Fátima no había dejado de cuidarla, sin descansar ni un momento.
Suspiró y, con to