Capítulo 357
—No llores, te doy un dulce —dijo una voz infantil, suave y tierna.

Yolanda dejó de llorar al instante. Miró con ternura a la pequeña, cuyos ojitos brillaban mientras la miraba fijamente. El corazón de Yolanda se derritió por completo. Se inclinó y la abrazó con dulzura.

Pensó: La niña de Marina es simplemente adorable. Qué ganas de llevármela.

—Yulia, eres un verdadero amor. Mejor guarda este dulce para ti —dijo Yolanda, acariciándole suavemente la cabeza.

—Tengo más, no te preocupes —respondió la niña con insistencia.

Encantada, Yolanda aceptó el delicioso dulce.

Cuando Marina terminó de bañarse, bajó con Diego y vio a Yolanda y Yulia jugando en el sofá como dos niñas.

Al ver a Diego, Yolanda se incorporó nerviosa, sin atreverse a mirarlo.

Desde la desaparición de Marina, hacía ya cinco años, la presencia distante de Diego, con su rostro siempre serio, la ponía algo incómoda.

Yulia, que estaba jugando entretenida, se sentó erguida, imitando a Yolanda.

Marina, divertida, le dio un
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