Al mediodía del día siguiente, Marina se dirigió al Residencial El Paraíso para reunirse con Yolanda. Llevaba dos cajas de almuerzo y café, anticipando que Yolanda, como de costumbre, se habría levantado tarde.
Con su propia llave, abrió la puerta y entró. Al verla, Yolanda se apresuró a recibirla con una sonrisa, tomando las cajas del almuerzo.
—Hoy hace un calor insoportable, ¡estamos a más de treinta grados!
—Sí, está terrible. Voy a darme una ducha rápida. Tú empieza a comer mientras.
Aún sin haber trasladado todas sus pertenencias, Marina seguía guardando ahí algunas cosas, como su ropa. Tras ducharse, escuchó a Yolanda hablando por el celular mientras comía.
—Marina ya me trajo el almuerzo —dijo Yolanda al ver que Marina salía de la ducha, mientras conversaba con Luis—. Voy a comer tranquila, luego hablamos, ¿bien?
Colgó la llamada y quedó pensativa por un momento.
—¿En qué piensas? Te veo muy seria —preguntó Marina, sentándose a su lado y abriendo su propia caja de comida.
—Mari