Capítulo 139: En la mente de un monstruo.
Jackson seguía recordando a la amable sirvienta…a su amable primer amor de infancia, y a quien añoraba siempre. Graciela era su radiante sol de cabellos rubios, que al igual que las musas del mito griego, estaba dotada de tal gracia y belleza además de un exquisito talento artístico, que ante los ojos del joven Jackson no existía nada ni nadie más perfecto, su amable sirvienta era pura y se había enamorado de ella tan profundamente que, quizás, le sería imposible durante toda su vida olvidarla.
Con Graciela había aprendido mucho, había aprendido a sonreír, a jugar, a tocar el violín y apreciar la belleza de la naturaleza…con ella había aprendido por primera vez a sentirse vivo.
Cada mañana Graciela le daba la fuerza a Jackson para levantarse de su cama y afrontar los terribles tormentos a los que era sometido por su padre, y así, poco a poco, fue creciendo un poco más cada día aferrándose a su anhelo de convertirse en un hombre adulto y casarse con ella; ese sueño era todo lo que a el