El salón de recepción permanecía en un silencio incómodo.
Alfonso se había ido, pero Mateo aún estaba presente.
La familia Vargas había aprendido a temerle desde hace años, y ahora la tensión era palpable.
Ana miró a Mateo con reproche: —¡Tú, mocoso! ¿No vas a ver a tu abuelo? ¡Está deseando que regreses!
Desde su infarto hace dos años, Alejandro había estado bastante debilitado.
En ocasiones como esta, rara vez aparecía.
Hoy, al enterarse de que Mateo podría regresar y sabiendo que esto causaría un nuevo conflicto con su padre, su abuela y su madre decidieron no informarle a Alejandro.
Por eso, Alejandro no asistió a la cena familiar.
Mateo dejó de lado su desdén anterior y se levantó rápidamente, obediente: —Está bien, voy ahora mismo.
Emilia, que estaba a un lado, se ofreció de inmediato: —Hermano, voy contigo.
...
En la biblioteca de la mansión Vargas.
Apenas entró, Alfonso le dio una patada a Pedro.
Con una mirada de decepción, le gritó: —¿Qué haces ahí parado? ¡Contacta ya al Gru