El hombre se levantó de golpe con el rostro sombrío. Me miró desde arriba durante un buen rato y finalmente, soltó las palabras entre dientes:
—¡Apila más las almohadas cuando duermas!
Casi parecía que me estaba diciendo que tuviera sueños imposibles.
Me enojé también y me levanté de un salto para ir a la sala de estar. Miré a la madre e hija cuchicheando, fui al grano:
—Dime, ¿qué pretenden?
—¡Marc!
Ania se levantó con aires de suficiencia, pasando su mirada por encima de mí para posarla en Marc. Soltó una noticia casi como una bomba:
—¿Sabes? ¡Es muy probable que el bebé que carga Delia ni siquiera sea tuyo!
El ambiente se congeló de pronto.
Sentí que ardía de furia y estuve a punto de darle una bofetada, pero Ania se anticipó y me empujó de golpe y luego le lanzó un sobre a mi pecho.
Sonrió con desdén:
—Mira. Me interesa cómo le explicas esto a Marc.
El sobre se deslizó por mi cuerpo hasta caer al piso. Alguien, más rápido que yo, lo recogió. Era Marc quien recogió primero el sobre