Sin embargo, ese hombre era precisamente mi tío… Con esa relación, ¡ese se atrevía a decir sandeces frente a Marc!
—Hermana, hablas de una manera tan desagradecida —Adam dejó de lado su taza de café, y habló con un tono de sabelotodo—. Ya lo sé, ¿no? ¡Que el cuñado anda de infiel! Acabo de ver a esa mujer, ¡parece una maldita con cara tras cirugía plástica! Déjalo que se divierta un rato con esa y luego vuelva al redil.
Solté una risa fría. La infidelidad parece ser algo tan ligero para esos hombres sin moral…
Traté de contener mi enojo:
—Miren, este asunto no les incumbe, ¿entendidos?
—Claro.
Juan era el vivo ejemplo de esos viejos malos en Internet. Enseñó sus dientes amarillentos de tanto fumar y soltó una gran carcajada:
—Si no quieres que vaya a buscar el señor Romero, está bien. Solo tienes que darme seis mil dólares al mes y consigas un trabajo para Adam, y no me meteré más en todo eso.
—Mejor ve y asalta un banco —le dije.
En realidad, yo también ya no pude contener mi enojo: