Donovan no se detenía ni un instante. Sus labios ardientes recorrían la piel de Rosalind con una mezcla de urgencia y ternura, dejando pequeños besos que se convertían en mordidas suaves, provocando que ella jadease sin control.
—Mmm… ahh… —sonidos entrecortados escapaban de los labios de la bella mujer, mientras sus manos temblorosas se aferraban a la espalda de su marido, buscando refugio y sostén. Sus piernas, como imanes, lo atraían sin remedio, temblando de deseo.
Él la sujetaba fuerte por los muslos, acercándola con un movimiento decidido y firme, sus cuerpos rozándose, un roce que hacía que el corazón de Rosalind latiera con fuerza desbocada.
"¡Esto es… Ah… Se siente tan bien!"
Pensó ella, con su mente nublada por la excitación.
Ella movía las caderas despacio, casi sin pensar, dejándose llevar por ese sentimiento lascivo que la invadía por completo.
—Ahh… sí, justo así… —susurraba en un hilo de voz, para sí misma, embriagada por la mezcla de sensaciones. Donovan respo