Capítulo 100: Entregado a mi mujer.
Con un movimiento delicado, ella colocó la corbata en la mesa, dejándola a un lado. Luego se puso de pie, tomando la mano de Donovan para guiarlo hacia una silla. Lo hizo sentarse, mientras ella permanecía frente a él, con sus ojos brillando con una mezcla de nervios y deseo.
Sus manos comenzaron a recorrer los botones de la camisa de Donovan. Uno a uno, con movimientos lentos y precisos, sus rostros apenas separados por unos milímetros. Rosalind susurró, con la voz quebrada por la emoción y el deseo:
—Nunca había intentado algo así con un hombre… Nunca sentí un deseo tan ardiente, tan indecente… Tú y lo grandioso que eres me ha corrompido… porque yo no era así.
Sus labios se acercaron a los de Donovan, dando un primer roce cálido y suave. Un suspiro escapó de ella, mezclándose con el murmullo del mar y la música tenue del yate.
Las manos de Rosalind no dejaban de moverse, acariciando sus hombros, recorriendo su pecho mientras desabrochaba más botones.
Donovan permaneció inmóvil