El médico lo miró con serenidad, aunque en su expresión se advertía cierta incomodidad que solo acompaña a las verdades a medio decir. Se quitó las gafas y las limpió con un pañuelo.
—No puedo asegurar tal cosa, señor Schubert —señaló—. No quiero hacer suposiciones apresuradas ni emitir acusaciones infundadas. Pero, como le he explicado, la cantidad de pesticida hallada en el organismo de su esposa no es, bajo ningún concepto, normal. Es demasiado alta, incluso para provenir de un descuido con los alimentos. Sería prudente que se revisara la cocina de su casa, los ingredientes, los vegetales, todo lo que se haya consumido últimamente. Tal vez haya algún historial o algún indicio que nos ayude a entender cómo ocurrió.
Raymond siguió anonadado por la revelación, sin poder emitir sonido.
—Por fortuna, logramos atenderla a tiempo —agregó el doctor—. Si hubiera pasado más de una hora sin recibir atención médica, tanto ella como el bebé habrían corrido un riesgo considerable. Ahora ambos es