~Capitulo 3~
Hoy, el aire en esta habitación es denso, como si las paredes tuvieran algo que decir, pero no lo hacen. Estoy atrapada entre el horror de lo que descubrí y la risa burlona de aquel hombre que se hace llamar mi "traductor". A un lado de la mesa de madera oscura hay un documento que me conjura a revivir cada fragmento de este rompecabezas retorcido que es mi vida. Se suponía que era un contrato de negocios, una promesa de futuro, pero en realidad es una cadena que me ata a un mafioso que ni siquiera he conocido.
—¿Quieres saber qué más dice? —me pregunta, con una sonrisa impertinente que resuena en mi mente como una campana de alarma. Su voz es suave y engañosa, pero su mirada tiene el filo del metal frío.
Me encaminé hacia adelante, sorprendiendo a Mikhail en el intento de parecer determinada.
Mi mente da vueltas, intentando encontrar sentido a la locura que me rodea. «¿Por qué?», me pregunto. Ese es el eco más perturbador. Mi propia familia... No, ellos jamás pudieron hacerme esto, hay un gato encerrado en esta porquería.
—¡No puedo creerlo! —mi voz tiembla. Hay algo en esa burla que no puedo soportar. Él se recuesta en la silla, sus brazos cruzados, disfrutando del espectáculo.
—¿Realmente pensabas que tus padres estaban detrás de ti para apoyarte en tus proyectos personales? —se burla mientras agita el contrato como si fuera un trofeo.
Decido hacer caso omiso a su provocacón. Nada de lo que este hombre me diga puede inquebrantarme. .
—Quisiera agarrar las riendas de este asunto, porque al final tu matrimonio es un negocio, ¿no? Te daría muchas oportunidades si este contrato fuese conmigo. —dejé de respirar por unos segundos ante sus palabras descaradas, Mikhail seguía mirándome con ese brillo pervertido —. Pero lamentablemente mi primo me podría arrancar un órgano sin anestesia si me meto en este asunto.
Lo volví a ignorar.
El archivo de papel bajo mis dedos se siente como un veneno. Las palabras indígenas bailan frente a mí, pero son meras sombras de lo que realmente significan. Suspendo el aliento y miro por la ventana. La luz del sol atraviesa la bruma, y me doy cuenta de que este momento puede cambiar mi vida para siempre. A veces, un rayo de esperanza puede surgir incluso de las situaciones más sombrías.
Pero no puedo dejar que la desesperación nuble mi juicio. Respiro hondo y me lanzo hacia él.
—¿Y si le digo que no quiero casarme? —protesto, llevando la voz al borde de la desesperación. Su risa retumba en el aire, y siento ganas de golpear la mesa con todas mis fuerzas.
—Si solo fuera tan fácil, lindura —responde, la ironía cubierta en dulzura. Tal vez no tenga idea de lo que es capaz Dimitri, pero él tampoco sabe lo que soy capaz de hacer tampoco. En esto tengo un punto a mi favor.
—¿Qué quiere él realmente? —le pregunto, sintiendo cómo la determinación empieza a formarse dentro de mí como un fuego lento, arrasando todo a su paso, como si quisiese borrar todo rastro de debilidad —: Sé que Dimitri no quisiese casarse conmigo así por qué así, algo tengo que le interese a él. Y estoy dispuesta a dárselo a cambio de mi absoluta libertad.
Su expresión cambia; ya no es solo burlona, ahora hay una chispa de sinceridad en sus ojos. Mikhail me observa, en silencio, con mucha atención... Cómo si su mente ahora mismo estuviese maquinado a mil por hora. Temblé de forma discreta ante esa probabilidad.
—¿Y si lo hacemos más interesante? —propongo, eligiendo cuidadosamente mis palabras —. Averigua lo que tú primo quiere de mí, y a cambio yo...
—¿Tú? —canturrea, pidiendo que prosiga en un gesto de burla, un escalofrío siniestro baja por mi columna vertebral al verlo acercarse a mí, quedándose a unos centímetros de mi rostro —. ¿Que se supone que tienes TÚ para darme? —pregunta con una mirada afilada —, o mejor dicho: algo que me interese. Dime, Elaine Fiori, ¿que me ofrecerías a cambio de tu libertad?
Me callé sin tener algo con qué argumentar, de nuevo las palabras que quise decirle se quedaron paralizadas en mi mente, y mi garganta congelada sin darme oportunidad de demostrarle mi determinación.
—Lo que tú quieras —contesté finalmente, después de unos segundos de silencio —. Pero no te pases, por favor...
Una segunda risotada resonó por todo el despacho, el lugar se llenó de una incertidumbre que empezó a nublarme el juicio a una rapidez inquietante. En un arranque de histeria me lance hacia el escritorio intentando tomar mi destino, mi propósito en la vida; ese pedazo de papel ahora mismo significaba mi existencia entera. Cuando traté de tomarlo unas manos masculinas me atraparon, tomándome bruscamente de la cintura, chillé de forma derrotada al ver que no era nadie alado de un hombre tan alto y fuerte como Mikhail y, a decir verdad, yo no era nadie alado de toda una organización mafiosa.
—Shh, tranquila lindura, ser una Sergeev no es tan malo como parece —su voz pareció ajena de cualquier burla o ironía, me pareció escuchar consolación. Dios, Elaine, ya empezaste a alucinar —, estás mucho más tensa de que lo que creí, tal vez no debí darte tanta información en una sola noche —dijo en un lamento. Traté de hablarle, que me soltara porque mi mente empezó a colapsar de nuevo, pero solo atiné a caer en sus brazos de formar derrotada.
Mi cuerpo no respondía.
«¡No! ¡No! ¡Por favor, ahora no es el momento de caer en la locura!» protestó mi subconsciente.
—¿Todo en orden? —se preocupó, alejándome un poco para examinar mi estado —, tal vez esto te ayude.
Me dejó sobre el escritorio, y lo observé buscar algo removiendo el interior de unos gabinetes. Cuando sacó su mano dejó relucir una jeringa, algo que reconocí al instante.
—¡No! ¡Aleja eso de mí!
—Tranquila, esto te tranquilizará mucho —me dice, acercándose a mi con cautela, como si asustarme fuese lo último que quisiera. ¡Que sujeto tan bipolar! —. Respira hondo, inhala, exhala; esto será rápido.
«¡NO!»
El filo de la aguja penetró la piel de mi brazo. Sentí como literalmente un líquido invadió todo mi cuerpo, a pesar que solo fué unos mililitros de líquido. Mi voz se estancó en mi garganta, mi mente quedó en blanco, y solo mis labios quedaron entreabiertos expulsando toda mi sangre.
Lo último que escuché fué el jadeo de horror por parte de Mikhail y su voz ronca llamando a sus empleados exigiendo ayuda y un tratamiento complejo.
Y yo solo quedé tendida sobre el escritorio, pensando que tal vez sería mi fin. Pero lo único bueno es que tendría mi libertad de algún modo. Así que solo atiné a cerrar mis ojos.
Quedé estática al sentir como una persona entró al despacho, y como Mikhail se refirió a él como «Dimitri» con todas mis fuerzas traté de doblar mi cuello y verlo.
Pero el efecto de la jeringa me ganó, haciendo que cayera en un desmayo, quedándome de nuevo con las ganas de ver el rostro de Dimitri.