Capitulo 2
Dimitri Sergeev. Repito su nombre en mi mente buscando algo con la que pueda relacionarme con él de algún modo, pero nada me ayuda, todo al contrario, me surgen más duda; ¿Que rostro tiene? ¿Que clase de persona es habitualmente? ¿Es confiable siquiera? Mis padres no me hablaron más de él, decían que solo tenía que saber lo justo y necesario. Solo hoy supe sosu nombre. Me removí en mi asiento buscando algo de comodidad dentro del auto en movimiento, mi mente estaba a mil y mis músculos seguían igual de tensos que hace unas horas. Cerré los ojos con cansancio. ¿Quién es ese hombre? —Dicen que es un mafioso. Abrí mis ojos de nuevo con sorpresa al escuchar la voz del chófer. —¿Perdona? —alcancé a decir enderezando mi cuerpo, encontrándome con sus ojos por el retrovisor —. ¿Que haces aquí Julián? El sonríe con diversión, sosteniéndome la mirada por unos segundos. —Mi padre era el que iba a traerte, pero yo me ofrecí a hacerlo —por un segundo ví nostalgia en su mirada antes de posarla en la carretera —. Total no sé cuándo te volvería a ver. Le devuelvo la sonrisa. —¿Ya te irás mañana al extranjero? —inquiero, cruzando una pierna sobre la otra —. Pensé que sería en un mes. Julián no me devuelve la mirada, pero aún así pude distinguir un gesto de derrota y resignación. ¿Tan malo son sus pensamientos ahora mismo? —¿Entonces que querías decirme con eso? —inquiero una vez más. —¿De qué hablas? Puse los ojos en blanco. —Dijiste algo sobre un mafioso. Esta vez buscó mi mirada por el retrovisor de nuevo, chispeante de burla. —Mencionaste al señor Sasch en voz alta —arrugo el entrecejo al escuchar ese nombre —, o mejor conocido como Dimitri —aclaró con voz extrañamente seria —. Yo solo te dije un rumor sobre él. Cruzamos una esquina adentrándonos en un lugar más elegante y estrafalario en cuanto a lujos. Mis ojos no dejaban de admirar las arquitecturas majestuosas que se elevaban sobre nosotros, desprendían un aura gloriosa. —Todo es... muy hermoso —suspiré sin apartar la vista un solo segundo. Julián me observa con detenimiento por varios segundos, siento como de forma inconsciente me arrimé más a la puerta al ver una mansión —que bien puede hacerse pasar por una fortaleza real —entrar en mi campo de visión; paredes blancas, con adornos dorados y grandes estatuas de marfil, y al acercarnos, noté un grandísimo jardín delantero. Era como la entrada al paraíso. Jadeo sin poder evitar mi fascinación. —¿El contrato por qué está en ruso? —me pareció oir la voz de Julián como si estuviese a varios metros de mí. —¿Eh? —contesté distraída. —¿Entiendes la lengua rusa? Volví a prestarle atención a él, para luego ojear el sobre que tenía sobre mi regazo. —No —dije pensativa, mordiendo mi labio inferior con creciente ansiedad —. Ese es el jodido problema, Julián, ¡no tengo idea de lo que está pasando ahora mismo! ¿Ruso? En mi vida he tratado con gente rusa. —O sea que... —el auto disminuye la velocidad —, no tienes idea de lo que firmaste. No tengo ni puta idea. No sé que tanto me afectó oír esas palabras de él; no me había preguntado si sabía algo del contrato, directamente afirmó que yo no sabía nada. Y tenía razón. Y sin embargo me negué a pensar que esto era algo negativo, el sujeto es ruso, no era extraño que quisiese firmar el contrato de su vida en su idioma natal. —No es nada malo, quizá que los papeles estén en ruso fué un requisito de su parte —me apresuré a justificar. —¿Quizá? ¿Ni un requisito normal te pudieron informar directamente? —lo oí decir, ni siquiera era capaz de mirarlo. Me estaba sembrando sin querer dudas y especulaciones que no cabía en mi vida ahora mismo, las molestias y ofensas las podría descargar después de acabar con esto. —Ya llegamos desde hace mucho rato —me informa volteando su cabeza hacia atrás para mirarme —. ¿Quieres que te acompañe? —me sonríe con amabilidad —, hasta la entrada por lo menos. Negué decidida, mientras abría la puerta del auto. —No hace falta. Te veo dentro de unas horas. Mi amigo de infancia me sonríe de nuevo y dibuja un "buena suerte" con los labios sin emitir sonido. Hasta que el auto de mi familia desapareció de mi vista, no me dí vuelta hacia la mansión que pasé admirando desde lejos. Despues de cruzar el jardín y llegar hasta la entrada principal, lo primero que noté fue el personal excesivo que tenía aquel lugar; guardaespaldas, criados caminando por todos lados, incluso alcancé a ver otros mayordomos como el que se paró a atenderme apenas me vió parada en la entrada. —Buenas noches, señorita Fiori, un gusto conocerla en persona —saludó haciendo notar su acento extranjero. Antes de preguntarle cómo sabía mi nombre de antemano, se inclinó en una reverencia cortés y tomó mi mano para dejar un suave beso en mis nudillos, en forma de saludo. Alcé mis cejas ante esa formalidad. —Buenas noches a usted también caballero —le sonreí entusiasmada —. ¿Se encuentra el señor...? —¿Mi amo? —se enderezó señalando un pasillo —. Por favor sígame. El hecho de que me reconociera a primera vista, sospecho que él sabe más de lo que creo. Pero agobiar al personal con preguntas privadas de negocios fué una idea que deseché al instante. Cualquier duda que tenga, Dimitri o el Sasch —pffff, ¿quién rayos se llamaría a sí mismo de ese modo? —tendrá que aclararmelo. Asi que solo me limito a seguirlo, adentrándome en el pasillo recién señalado, maravillada con la decoración interna, como si no le bastaran con la externa para dar una impresión de grandeza. —Aquí es —la voz extraña del mayordomo hizo que parara en seco frente a una entrada de doble puerta —, ya la están esperando. "¿Están?" genial, más gente en la que tendré que conocer en contra de mi poca voluntad. Agradeciendo su atento trabajo, me adentré a lo que parece ser un despacho, que demonios, hasta ahora pensé que vivía llena de lujos; Pero ahora veo que hay personas que tienen despachos aun más grandes que mi propia habitación. Más allá de los lujos, me mentalicé varios escenarios tras cruzar la puerta; un hombre de tercera edad con una gran sonrisa de dientes de oro, como en las películas, o quizá; un joven alto y egocéntrico que me mirara por encima del hombro y que me echará apenas firme. Y no me equivoqué del todo, lo que me encontré fué una combinación de las ambas probabilidades que pensé: Si me encontré a un joven alto, con una gran sonrisa que, a pesar que no tiene dientes de oro, no era menos radiante. El saludo que practiqué mentalmente se congeló en mi garganta, solo atiné a mirarlo desde el otro extremo de su escritorio. Tragué saliva intentando ordenar mi prioridad principal, traté de saludar: —Buenas noches, mi nombre es... —Elaine Fiori, enterado —me sonríe con sorna aunque sus ojos no dejaban de mirarme de pies a cabeza, aquella sonrisa se volvió igual de pervertida que la intención de sus ojos —, eres aún más... interesante y —se lamió los labios y su voz cambió de tono al captar algo en mí —: hermosa, eres toda una ternurita. Mi boca se secó al no poder dirigir sus palabras. Mi respiración se cortó por un instante, dejándome sin habla. —¿Señor Dimitri Sergeev? —tanteo empezando a sentirme nerviosa, odiando esa sensación al instante. Ladeó su cara a un lado, como si pensara en la respuesta, algunos mechones rubios le cayó en la frente, haciendo que el color verde de sus ojos se volvieran más oscuros. De repente la sonrisa grande y pervertida se disminuyó en una casi imperceptible: de lado, suave, insinuando peligro. —Así que tu padre te envío casi de inmediato apenas recibió la advertencia —canturrea optando una voz ronca —, que obedientes. Dieron una buena impresión. Sale detrás del escritorio y empieza a caminar a pasos lentos por el despacho, manteniendo una distancia, era consiente de eso; pero aún así mi mente lo detectaba como si estuviese detrás de mí, pero al mirarlo de reojo, lo afirmé; estaba muy lejos y no pareció acercarse en ningún momento. Tratando de salir de la burbuja me giré hacia él. Abrí mis labios para hablarle, pero él se adelantó: —Oh, ¿pero dónde están mis modales? —se carcajea, negando con la cabeza —. Me presento: mi nombre es Mikhail Sergeev, primo del hombre por el cuál viniste. Debo decir que el hecho de que llegaras aquí preguntando de inmediato por él me da algo de envidia. Una vergüenza y descontento me invadió hasta el sistema nervioso. ¿Dónde demonios está ese sujeto? —No te preocupes, debo aclararte algo —me rodea y pasa de largo hacia el escritorio para sentarse sobre él, despreocupado —, todos los asuntos que tengan que ver con negocios empresarios, también me concierne a mí, es decir, hablar conmigo es como hablar con él mismo —pausó de inmediato, pensativo —. Aunque no del todo igual; yo soy más encantador. —Entonces, quiero que le des este sobre y dígale que lo firme apenas pueda —le pedí, tendiendo el sobre hacia él —. Y que desde luego nos avise cuando lo haga. Mikhail aceptó el sobre sin que la sonrisa se borrara de su rostro. ¿Esa sonrisa pícara es un gesto habitual de él? —Uy, uy —dijo sin parar de leer el texto —. Si es por esto por el cual viniste, entonces si tienes que esperarlo. Esto definitivamente no es asunto mío. Arugué el entrecejo. —¿De qué hablas? Es un asunto empresarial. Finalmente me mira por encima de los papeles con una condescendencia notoria. —Es comprensible que no entiendas nuestro idioma natal, pero... ¿no buscar un traductor antes de firmar? —¿A qué te refieres? —mi voz sonó muy temblorosa. —Pero como mis más grandes placeres es ayudar a damas hermosas en apuros, seré tu traductor de confianza —se aproxima a mí con un papel en específico en las manos. Quedamos cercanos, mis ojos fijos al idioma confuso del que me negué a aprender. —Aquí, empecemos por este lado —propone señalando la primera línea de la hoja —, ¿tienes idea de lo que significa? Aquí dice.—inquiere posando sus ojos sobre mi rostro, atento a mi futura reacción —. Contrato de matrimonio. Y en este instante fué la primera vez que experimenté un colapso absoluto. ¿Yo acabo de... casarme?