Su mente se encontraba en otro lugar y vagamente era consciente del hormigueo que aún le recorría el cuerpo. Se había dejado llevar por la pasión y la lujuria del momento y sería una hipócrita si pensara o dijera que no lo había estado pensando desde que salieron de Dordogne. De hecho, acostarse con Logan ya no era un asunto pendiente y las cosas por fin estaban, dentro de todo, calmas. El problema, sin embargo, era que Lucía estaba enamorada y por más que supiera que solo fue sexo, su pobre y tonto corazón no lo entendía.
Muy en el fondo sabía que habrían consecuencias que tendría que enfrentar una vez el efecto de todo lo que había estado experimentando en la cama con Logan se esfumara y Lucía no quería llegar a ese punto, al menos no por el momento. Lo nefasto era que también sabía que ya no había nada que la unía a Logan Parisi. El chantaje caducó y ahora tenía que volver a la realidad. Una realidad en la que no estaba Logan, una realidad que le dolía.
No podía decir nada al respe