CAPÍTULO 7. Yo no termino de criar hijos ajenos

Leonardo Greco no tenía idea de lo que era una mujer realmente enojada hasta ese momento, pero su alter ego, Leo Lombardo, estaba a punto de averiguarlo.

—¡¿Que tú hiciste qué?! —espetó ella furiosa y él abrió mucho los ojos porque no esperaba que le gritara en toda regla—. ¿¡Te volviste loco!? ¡¿Por qué no me dijiste nada sobre el cambio de reservación?!

Leo se limitó a responder con sarcasmo:

—El cliente va primero que todo, y yo soy el cliente ¿no?

Angélica se quedó boquiabierta y lo miró como si de verdad fuera un cachorro malcriado al que quisiera darle un sopapo en el hocico con un periódico mojado.

—¡Tú no eres un cliente! ¡Tú eres un demonio consentido! —espetó sin poder contenerse—. ¿Cómo no me preguntaste si podía quedarme? Si querías un viaje en toda regla me hubieras avisado para ponerlo en orden.

—Yo solo fui capaz de ponerlo en orden, ¿cuál es el problema?

—¡El problema es que no te importa nadie que no seas tú! ¿Se te ocurrió en medio de tu organización que quizás yo
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