Antonio podía sentir la aprensión y el miedo de Leila cada vez que ella estaba cerca de él. Normalmente quería que la gente le tuviera miedo, por eso se había ganado la reputación que tenía, porque su magia se alimentaba del miedo de las personas, lo que le permitía controlar sus mentes y doblegar sus pensamientos a su voluntad. Pero con esta gatita era diferente, por alguna razón, no quería que ella le tuviera miedo.
Intentaba quitarle ese miedo cuando estaban juntos y controlaba su verdadero aura oscura al mínimo para que ella se sintiera más cómoda en su presencia.
Era extraño para él y aún así intrigante.
No era el vínculo de pareja. Lo sabía porque no sentía lo mismo por su pareja original.
Veía su vacilación cuando le pidió tomar el té con ella para terminar la noche y esperó ansiosamente su respuesta. Tal vez podía saborear a la gatita justo antes de deshacerse de ella.
“Lo siento, pero eh... no estoy acostumbrada a esto. Es nuevo para mí, tal vez en otra ocasión”, respondi