El lobo de Tatum aulló de dolor mientras el vínculo se rompía por su parte y casi se cayó.
Había oído historias sobre el dolor del rechazo y la ruptura del vínculo con la pareja, pero nunca imaginó que fuera tan intenso.
El dolor era mayor que cualquier otro que hubiera sentido en su vida. El dolor que sintió al beber veneno concentrado de acónito aquel día no era nada comparado con esto... ese dolor era meramente físico.
Podía sentir este dolor en todos los niveles, su cuerpo, su espíritu, su alma, su lobo, todo lo que lo convertía en Tatum estaba siendo omprimido. Su corazón se sentía como si lo estuvieran quemando en un horno, al mismo tiempo que lo pinchaban con lanzas ardientes.
Todo su cuerpo temblaba con un dolor fuerte e insoportable, desde la cabeza, pasando por la columna vertebral hasta los dedos de los pies, pero mantuvo el rostro estoico, la mirada tranquila, sin mostrar ni una pizca del dolor y la agonía que inundaban cada célula, cada nervio, cada fibra de su ser.