Leila caminaba de un lado a otro fuera del juzgado, con la preocupación grabada en el rostro y la ansiedad contenida en el corazón.
“¿Alguna novedad?”. Se apresuró hacia el hombre que caminaba hacia ella con un teléfono en la oreja, el segundo abogado defensor del caso de su madre, Bass Grant.
“Nadie puede localizarlo”, respondió Bass con las manos en la cintura. “¿Y dices que no lo has visto en días?”.
Leila asintió y apartó la mirada, mirando fijamente en la distancia con una expresión sombría.
Hoy era el día más importante del caso hasta el momento, el día en que podrían poner a su madre en el estrado y demostrar su inocencia.
Desde el día en que Amara se transformó, Kelvin no había aparecido en casa ni llamado. Al principio le pareció extraño, pero asumió que se estaba preparando para el gran día, así que no se molestó en llamar. Ahora nadie podía localizarlo.
Bass miró su reloj y gruñó. “Vamos, tenemos que sentarnos antes de que llegue el juez. Quizá esté teniendo un contrat