ELAINE
Stephanie y yo finalmente decidimos almorzar juntas después de algunos días debido a nuestros apretados horarios.
Terminamos en un acogedor restaurante pequeño en el pueblo, de esos lugares con menús desgastados y cabinas de cuero agrietadas que, de alguna manera, hacían que todo supiera mejor.
Me cae bien Stephanie. Era fácil hablar con ella, y no tenía esa mirada tensa y crítica que muchos otros habitantes del pueblo mostraban cada vez que yo pasaba.
Además, no tenía miedo de chismear un poco, y no iba a fingir que no sentía curiosidad, especialmente cuando se trataba de Duncan.
—Entonces —dijo Stephanie, revolviendo su té helado con una pajilla mientras me lanzaba una mirada astuta—. Estás pasando mucho tiempo con los hijos de Duncan, ¿qué pasa entre ustedes?
—Nada serio, adoro a sus hijos, eso es todo —me encogí de hombros mientras picoteaba mi sándwich.
Se rio como si no creyera ni una palabra.
—Bueno, los chismosos del pueblo no piensan eso debido a tu cercanía con Duncan;