Adam
Al ver a mi pequeña desesperada, buscando algo que le quite esa ansiedad que producen las drogas, sentí como mi corazón se estrujaba. Tenía que ayudarla, pero no sabía cómo.
Llamé a mi mejor amigo, él sabrá darme un buen consejo.
-Hola, Tomás, ¿cómo estás?
-¡Hey, amigo! Bien, ¿y tú? ¿A qué debo el honor de tu llamada? – suspiró algo agotado.
-Necesito un consejo, Tomás.
-¿Pasó algo con Luz?
-Amigo, Luz está presentando el síndrome de abstinencia, tú sabes lo que eso significa.
-Vaya, ¿así de grave está la cosa?
-Sí, amigo, no sé qué hacer, dime cómo la puedo ayudar.
-Sé que te dolerá lo que te voy a decir, pero debes internarla en una clínica, es lo mejor.
-No, no le podía hacer eso a mi pequeña.
-Amigo, tiene que haber otra solución, ella no me va a perdonar eso – dije desesperado.
-Amigo, es lo mejor, ella necesita la ayuda de profesionales – suspiró derrotado, sabía que mi amigo tenía razón.
-Está bien, llamaré a la clínica y que mañana vengan por ella.
Me pasé toda la noche vi