ANDROMACA
—¿Te gusta tu regalo esposo? —no sabe lo feliz que me hace—feliz cumpleaños mi amor.
Su mirada se torna oscura escaneando mi cuerpo y es como si me hubiesen impregnado de gas siendo Stavros el fosforo que prende en llamas mi cuerpo.
—Vamos a jugar esposa—lo observo como se aleja con ese caminar imponente, pero es cuestión de segundo para que mis ojos vuelvan a captarlo, mientras todo lo que tengo encima me mantiene inmóvil para su placer—te comeré a mi manera—deja ver la costosa esposa ya que tiene diamantes incrustados—manos arriba—demanda y obedezco con movimientos cautelosos para no derramar nada en mi cuerpo.
—Te quedaras quieta y calladita, los caramelos humanos no hablan—asiento cuando las esposas terminan de limitar mi movimiento—eres un lindo postre que disfrutare centímetro a centímetro pequeña niña.
Sus palabras son susurros criminales para una cabeza retorcida y un cuerpo ardiente que solo piensa en estar debajo de él, quiero quedarme quieta para no desperdiciar n