capitulo 59

La luz de la mañana se filtraba tímida entre las cortinas delgadas del apartamento de Valeria. Un rayo dorado iluminaba la mesa donde aún quedaban las copas de vino vacías y los restos de galletas de la noche anterior. El silencio solo era interrumpido por el lejano ruido de la ciudad despertando.

De pronto, un sobresalto rompió la calma.

—¡Ay, no! —exclamó Mónica, incorporándose de golpe en el sofá donde había pasado la noche—. ¡Vale, qué hora es!

Valeria, medio adormilada, giró hacia el reloj de pared. Apenas eran las seis y media.

—Tranquila, aún tienes tiempo.

Pero Mónica ya estaba de pie, buscando su bolso con desesperación.

—¡No, no lo entiendes! —respondió con voz apresurada—. ¡Tengo que estar en la oficina temprano! Y tú sabes cómo es el señor Alexandre… si llego tarde otra vez, me va a matar.

Valeria la observó divertida, recostada contra el marco de la puerta de su habitación, con los brazos cruzados.

—Moni, cálmate —dijo, soltando una risa ligera—. No corras, que aún ni te
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