Se acercó a Valeria con pasos lentos pero firmes, su mirada fija en ella, desbordando desprecio.
—Si no fuera porque tienes mi hijo, crees que te buscaría? —su voz estaba cargada de veneno, y cada palabra era como un golpe. Se detuvo frente a ella, demasiado cerca, pero Valeria no retrocedió. No iba a dejarse intimidar. Su cuerpo se tensó, su respiración se mantuvo firme.
Gabriel, desde la puerta, apretó los puños con fuerza, sintiendo la rabia acumulada, la impotencia de ver a Alexandre tan cerca de Valeria. Pero algo en la actitud de ella lo hizo calmarse. Sabía que Valeria no iba a dejarse dominar por las palabras de ese hombre.
Alexandre, sin esperar respuesta de ella, se giró hacia Gabriel, su risa llena de desdén salió de su boca como un cuchillo afilado.
—Mira, Gabriel, ese inútil solo quiere usarte. Porque al final, para eso son las secretarias, ¿verdad? —la burla fue cruel, casi un desafío abierto. —Te crees que puedes ser algo más que eso... pero lo único que eres es una dis