El aire se volvió pesado, vibrante, como si el mismo espacio estuviera drenándose de su coherencia. Las grietas en el suelo se expandieron a un ritmo alarmante, como si algo dentro de la tierra misma estuviera siendo despertado, algo que había estado durmiendo durante siglos. La mansión tembló, como si estuviera renegando de su propio ser, su estructura crujía bajo la presión de lo que estaba sucediendo. La realidad misma parecía colapsar alrededor de Valeria.
El portal era ahora un vacío puro, una fractura en la existencia, un abismo lleno de sombras indescriptibles que parecían girar dentro de sí mismas, como si el tiempo y el espacio se hubieran disuelto en su interior. Desde esa puerta oscura, Valeria pudo sentir presencias que no eran humanas, ni siquiera terrenales. Eran ecos de otra dimensión, seres que no pertenecían a este plano.
A su alrededor, todo se desvanecía. Las paredes de la mansión, los cuadros, los muebles, todo parecía disolverse en niebla, llevándose con ello cual