39.
| Antosha |
Observo intrigado a ambos rogando para que no tengan una conversación privada, esto se va a poner bueno y, si tengo la oportunidad, sacaré algo de todo lo que tengo retenido.
— ¿Ahora qué quieres? —pregunta él sin dejar de sonreír.
— ¿Dónde está?
— Sé más específico —él recuesta la espalda contra la pared; ninguno de los dos deja de mirarse.
—Tú sabes qué es— Arman no muestra ninguna emoción.
Es un claro indicio de que está a nada de perder los estribos. Arman nunca se le tirará encima, pero sabe cómo hacer sufrir a alguien sin tocarlo. Al ver que él solo se encoge de hombros, desinteresado de la conversación, sigue hablando.
— ¿Qué hiciste con mi cuadro?
—Jajaja —él tiene que taparse la boca para no despertar a mi tesoro.— De todas las cosas que me imaginé, esa nunca pasó por mi cabeza.
— ¿Qué hiciste?
—Tranquilo, no tiraría a la basura semejante obra. Es un buen cuadro, nunca te imaginé como un macho sensible, talentoso y con buen ojo.
Él nos hace una seña para que lo sig