Todo el mundo estaba metido en su propio universo, Martín conversaba con unos hombres trajeados, serio, elegante, ocultando esa tensión que solo yo sabía leerle, mis suegros estaban en una esquina dando órdenes con la mirada como siempre y los invitados… bueno, se notaba a kilómetros que algo no les gustaba
Qué desastre
Empece a bajar un escalón, luego otro, lenta, segura, recta, cada paso haciendo sonar mis tacones.
Cuando llegué al último escalón escuché los murmullos molestos de algunas señoras y entendí lo que observaban, miré alrededor y vi la decoración con más detalle, manteles rojos, rosas rojas, luces demasiado brillantes… y en el centro del salón una bola discotequera girando, tirando luces rojas por todas partes.
—Ay, qué naca… —susurré sin poder evitarlo.
Al mirar con más detalle el lugar entendí que el desastre era peor de lo que imaginé, luces que parecían de Navidad colgando en la baranda de la escalera, todo casi rojo como si fuese un burdel y ese champán barato que s