Despertar

Renata no sabe lo que sucedió. Lo único que sabe aún estando en la oscuridad es que el aire le comienza a faltar. Abre sus ojos pero la oscuridad continúa "¿Qué sucede?" Piensa mientras levanta sus manos y hay algo pesado sobre ella.

Lleva las manos hacia los lados para sentir lo mismo "estoy dentro de una caja" su respiración comienza a acelerarse al darse cuenta de lo que sucede. Una caja, dificultad para respirar. "¡Me quieren enterrar viva!".

Comienza a golpear aquella caja con fuerza mientras grita que la ayuden.

—Ayuda —eso fuera se escucha suave, tan suave que es casi imperceptible para todos.

Una mujer de mediana edad vestida de blanco de cabello negro de pequeñas ondas, lo lleva cubierto con un pañuelo blanco largo que lo cubre casi en su totalidad, sus ojos azules están empañados por las lágrimas que a derramado siendo bordeados de rojo, está arrodillada a un lado de aquella caja de piedra blanda mientras llora la muerte de su hija —¡silencio! —aquel grito hace que los presentes se detengan y el silencio inunda el lugar, vuelve a escucharla al igual que los golpes que genera — es mi hija, abran el ataúd — dice mirando a su esposo, este estaba distante por lo que no logro escuchar lo mismo, a él también se le podía notar el dolor en sus ojos verdes cubiertos de rojo.

—Esposa —dijo él bajando su cabeza —por favor.

—¡Abran esto ahora! ¡Mi hija vive!—grito, se levantó y comenzó a tratar de mover la tapa, está era de piedra por lo que era imposible que ella pudiera moverla de impotencia comenzó a llorar —va a morir, mi hija morirá.

Renata dentro de aquella caja, que al no ser de madera le hizo doler sus manos al golpearla. Poco a poco se iba debilitando, sentía que definitivamente la enterrarian viva y sería su madre quien lo hizo.

"Siempre me odio. Odiaba mi existencia" sonrió con ironía, sus ojos se estaban cerrando cuando vio una pequeña luz que se iba haciendo más grande. Miro arriba y la tapa se estaba moviendo.

Aquel hombre al ver a su esposa destruida pidió que abrieran el ataúd pensando que de esa manera se calmaría.

Cuando los sirvientes lo abrieron en su totalidad, él fue el primero en mirar, ver los ojos de su hija abiertos nuevamente y mirándolo, lo llevó a derramar lágrimas.

—¡Hija! —dijo ese hombre que parece rudo. Metió la mitad de su cuerpo dentro y abrazó a Renata sacándola de allí. Ella no emitía palabras ya que aún estaba recuperando el aliento.

—Te lo dije —la mujer se acercó a Renata con lágrimas en sus ojos y se unió a su esposo, la tenían sentada en las piernas del hombre que estaba en el suelo mientras la abrazaba.

Renata quería que la soltarán, por lo que comenzó a dar manotazos. Ella no conocía a esas personas pero allí estaban abrazándola y besándola cuando ella odia todo eso.

—¡Suéltenme! —ella aún no sabía lo que sucedía, pero lo entendería luego.

Todos los presentes en aquel velatorio estaban con la boca abierta. Elizabeth la hija del Duque Dubon que estaba muerta ha vuelto a la vida.

Es algo increíble para cualquiera, unos quieren salir corriendo ya que piensan que se debe a un hechizo. No hay otra explicación posible. Otros aunque es algo un poco loco se alegran que los Duques tengan a su hija viva. No es su única hija, pero sí es la más pequeña de todos.

El Duque mira a su hija quien no deja de intentar alejarlos. Piensa que se debe a el lugar donde abrió sus ojos, estaría asustada. Aún con la insistencia de Renata en que la soltarán el hombre se levantó con ella en brazos y caminó fuera de aquel salón ante la mirada de todos siendo seguido de su mujer quien no dejaba de llorar.

—Llamen al médico —ordenó olvidándose del resto y alejándose con su esposa e hija.

Sus hijos aún no llegaban ya que la muerte de Elizabeth había ocurrido hace pocas horas.

El camino a una habitación, abrió la puerta con su pie y con Renata aún en brazos entró. La acostó sobre la cama y se sentó a un lado en una pequeña silla, movía su pie de forma acelerada Renata podía percibirlo. La duquesa se sentó en la cama mientras tomaba la mano de su hija.

—Ah…— se quejó Renata tocando su cabeza con una mano, los recuerdos de aquella chica llegaron dejando a Renata peor de lo que estaba —"imposible".

—Hija qué pasa —preguntó la mujer preocupada. — ¿Te duele algo? —comenzó a tocarla por doquier, en sus manos, brazos, piernas. Buscaba aquel lugar que le dolía a su hija aunque Renata solo quería salir corriendo, se sentía incómoda con todo eso, la miró y negó con la cabeza

—Estoy bien… ¿Puedes dejar de hacer eso? —la duquesa detuvo sus manos y se quedó mirando fijo a Renata, sus ojos se veían diferentes, como si no hubiera vida en ellos — me incomoda lo que haces.

La duquesa miró a su esposo y él hacía lo mismo, no entendían a su hija ¿Por qué le incomodaría? Aún así ella hizo lo que le pidió.

Les dieron aviso de que el médico había llegado, esto aliviano un poco la tensión que se generó por lo dicho por Renata. Lo hicieron pasar y el hombre sudaba, había sido él quien la había declarado muerta hace horas. Escuchar que aquella niña había vuelto a la vida era algo que no esperaba.

Al verla sus ojos se abrieron como plato, una cosa era creer que los Duques estaban delirando y otra confirmar que era cierto. Renata lo miraba desde la cama, tenía sus ojos abiertos y fijos en él. Se acercó un tanto incómodo para verificar los signos vitales de Elizabeth y comprobó que estaba bien, se alejó un poco e hizo una reverencia.

—Duque. Su hija está en perfecto estado, me alegro por eso aunque no sabría explicar lo que sucedió 

—De eso hablaremos en otro momento, puedes irte —en el Duque generaba duda que ese médico hubiera declarado muerta a su hija cuando en realidad no era así.

—Lo… siento —el hombre se levantó y se dio la vuelta saliendo del lugar. Nadie tenía una explicación para eso y Renata no era la excepción.

"Es imposible" —Renata no hablaba al estar perdida en su mente, repetía en ella la misma frase una y otra vez, hasta que por fin decidió hablar —perdonenme, pero pueden dejarme sola.

—Hija, ¿Realmente te sientes bien?

—Si, por favor déjenme sola —ambos se miraron por un momento y se levantaron para salir, pero antes de hacerlo la duquesa le generó otro momento incómodo. Se acercó a ella bajando un poco su cuerpo dejándole un beso en la frente. Renata no sabía qué sentir o como actuar solo se quedó en aquel silencio incómodo.

—Volveremos luego —dicho esto salieron. Renata se sentó en la cama, levantó su mano y se tocó en la frente donde minutos antes alguien la había besado.

—No creo poder soportarlo.

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