VALERIE
Las manos de Zade me tapan los oídos mientras el ruido agudo y ensordecedor parece que me va a destrozar la cabeza. Sus manos alivian el dolor, pero es insoportable y me dificulta la respiración.
¡¿Y sus oídos?!
Me doy la vuelta y estoy a punto de taparle los oídos cuando él sacude la cabeza, con la mirada fija al frente. No parece afectado, o al menos lo soporta muy bien.
¿Cómo?
‘¿Estás bien?’, pregunto a través del vínculo mental, con el corazón acelerado.
‘Sí. Mantente alerta. No estamos solos’, dice. Asiento y me doy la vuelta hacia el hombre enmascarado.
Por un momento no lo reconozco hasta que inclino la cabeza y observo los detalles. Intento prestar atención a las cosas que normalmente pasaría por alto, así como Zade me ha inculcado que haga. Analizar a todas las personas que conozco, de modo que si las veo en un entorno diferente... las reconozca.
Y reconozco al hombre que tengo delante. La ligera inclinación de su andar, aunque ahora lleve una chaqueta larga, r