- ¿Dónde está mi hija y mi sobrino Nereo?.- Aquel siseo bajo y cargado de peligro, le puso los pelos de punta.- ¡Contéstame!.- El grito de Aura hendió el aire, haciendo acallar incluso a los grillos.
Avanzó despacio, arrastrando aquel leño que había encontrado por casualidad, como león a punto de cazar a su presa y despedazarla sin piedad.
Nereo retrocedió y por primera vez, una pizca de temor, escondida entre las sombras, latió en su interior.
Aura siempre había sido de armas tomar... Su labio punzó ante el recuerdo del puñetazo que le había dado la primera vez que había intentado tocarla.
Parecía un corderito débil y miedoso, pero en realidad, era toda una fiera indomable.
Antes de Berenice, no lo tenía miedo a nada. Él nunca tuvo piedad y ella nunca imploró misericordia.
Prefería mil veces aguantar en silencio, apretar sus dientes y mirarlo con todo el odio que su mirada podía transmitir, antes que derramar una sola lágrima en su presencia e implorarle que parara.
- Te hice una pre