El ojigris se dejó caer en el columpio y empezó a mecerse despacio, mientras veía la luz del sol en todo su esplendor, iluminando cada rincón del jardín, haciendo que las rosas se abrieran ante su caricia y las mariposas danzaran de un lado a otro, llenandolo de vida y alegría, un cruel contraste con su estado de ánimo.
Habían pasado algunas horas desde que Aura los había reunido a todos y los había puesto al tanto de todo lo que había hablado con Caliope.
Todos estaban furiosos e indignados por todo el sufrimiento y calvario que Aria le había hecho pasar a su propia hija, todo por su avaricia sin medida, pues aunque Caliope no era ninguna santa, les quedaba claro que ella no era la villana de aquella historia, sólo alguien que tuvo que amoldarse a las circunstancias para salvar a los que amaba, aún cuando sabía que estaba haciendo mal.
Alexein trataba con todas sus fuerzas de entender que clase de madre era esa mujer que se suponía era su abuela, porque las madres que él conocía, pre