Daría más que lo que tengo por estar allí.

Atenea Aray.

Eran las diez y treinta de la mañana cuando me dispuse a salir a la oficina. En las afueras de mi casa habían más de una decena de paparazzis tratando de sacarme la foto más ridícula para venderla al mejor postor.

Había leído varios artículos de los que minaban las redes sobre mi accidente. Todos iban de lo sublime a lo ridículo. Desde que me había caído porque tenía un tumor cerebral y ya habían empezado los síntomas; que me habían descubierto el tumor a raíz de la caída, hasta que