Tuvo que admitir que durante la cena se lo pasó bien.
Elliot solo se dedicó a preguntarle cosas tales sobre él un tanto más personales.
Patryce, sintiéndose cómodo aunque algo cohibido, trató de ser lo más sincero con respecto a su vida y los problemas que, al ser un chico diferente del resto, había pasado.
Elliot, atento, prestaba la mayor atención a sus palabras.
Dejaron el restaurante en torno a las ocho y Elliot puso rumbo a su ático.
El joven empezó a notarse nervioso.
Una mano se posó en su muslo provocando que diera un ligero sobresalto y oyó la voz del hombre:
-No deberías estar nervioso- dijo.
Patryce giró la cabeza y le miró, tímidamente.
-¿Vamos...tú y yo vamos...a...-
Elliot le miró por una fracción de segundo e inmediatamente regresó la vista al frente.
Llevó de nuevo su mano al volante e hizo un giro suave.
-Haremos lo que tú quieras que hagamos- fue su respuesta.
Patryce alzó las cejas denotando sorpresa.
-Nada- respondió.
Elliot volvió a mirarle.
-¿Algo que te dé mied