El silencio los inundó. Marcus observaba a Astoria con un poco de incredulidad. Ella, ¿no recordaba con exactitud lo que pasó, o Dimitri estaba jugando con ella?
Era difícil llegar a una conclusión cuando todo parecía así de distante. Los únicos que estuvieron fueron ellos dos, ¿quién estaba diciendo la verdad?
—Bien, eso no me lo esperaba —largó Coraline sacudiendo su rebelde cabellera.
—Yo creo que miente —afirmó Saddam.
Astoria no estaba en condiciones para querer pensar en lo que ese hombre le decía, mucho menos para afirmar algo de lo que no estaba segura.
Su cabeza le decía que él era el culpable, al igual que su corazón afirmaba lo que su mente decía, no era justo para ella, ¿debería bajar un poco sus murallas?
No, no lo deseaba; una parte de sí misma gritaba con fuerza que no lo escuchara, que era uno de sus medios para dejarla como una loca, para acercarse y volver a dañarla.
Había perdido a su hijo y a ese hogar que deseó tener durante toda su vida, y aquí estaba, el hombre