Alister frunció el ceño ante la negativa de Samira.
—No te lo estoy preguntando. A partir de hoy, dormiremos juntos.
—¿Me estás dando una orden, entonces? —cuestionó ella—. ¿Soy acaso una de tus sirvientas o formo parte del personal de servicio? —reprochó con indignación.
—No, no eres mi sirvienta, pero ya te he dado suficiente espacio y tiempo sola. Ya no quiero seguir así. Quiero que estés a mi lado y debes estar cerca de mí para que pueda protegerte —arguyó—. Y, por cierto, tienes prohibido volver a entablar conversación con el jardinero.
—¿Qué? —parpadeó repetidamente debido a la perplejidad que le causó lo que acababa de escuchar—. Tú no puedes prohibirme eso.
—Claro que puedo hacerlo, y ya lo hice. Ahora, vamos a la cama.
—Alister, no dormiré contigo, especialmente después de lo que hiciste —declaró, a lo que el Alfa se mostró visiblemente disgustado por la situación.
—¿Por qué estás tan molesta? ¿Querías seguir recibiendo flores de su parte? ¿Acaso te gusta él? —interrogó.
—¡No