83. Repite lo que acabas de decir
Con la llegada de Margaret la atmosfera se volvió más pesada. Su figura esbelta y su rostro, a pesar de la tensión, mantenían esa elegancia innata que me volvía el estómago. Me miró fijamente con unos ojos gélidos y severos.
—Tú, —siseó, el término como un veneno en su lengua. Me estaba apuntando con su elegancia inapta —Sal de aquí. Todo esto es a causa de ti. Todo es tu culpa.
Experimenté una sensación desagradable al sentir la bilis ascendiendo por mi garganta. Hacía un minuto que estaba llorando, mis lágrimas se desbordaban por mis mejillas, pero la rabia me secó el llanto de inmediato. Me puse de pie lista para enfrentarla.
—¿Mi culpa? —Mi voz sonó ronca, teñida de sarcasmo. Empezaba a soltar una risa cargada de ironía tan intensa que resultaba imposible disimularla. —¡Usted fue la que quería meterle a una loca a su hijo a los ojos! La responsabilidad recae únicamente en usted. Con aires de nobleza de pacotilla aparentando distinción, usted fue la única responsable de todo lo s