46. Apreciada señorita Crawley
—Mamá, ¿Crees que Cookie y yo podamos comer chocolate?
—Definitivamente no, —respondí con firmeza.
Tenía la certeza de que si le ofrecía un trocito de chocolate a esa hora, mi hijo lleno de energía estaría dando brincos por las paredes.
—Pero mami, si no le damos chocolates Cookie se sentirá triste.
Anastasia me observaba con una mirada tan dulce que tenía el poder de deshacer un bloque de hielo. Siguiendo la sugerencia de Alexis, realicé todas las compras a través de una app para luego recogerlas y llevarlas a la residencia de Alexander. Al llegar, comprendí la razón por la cual me habían sugerido esa opción.
Vacia…
Gris…
Sin vida…
La tristeza que emanaba de la casa de Alexander me inspiraba compasión. Un pent-house que proclamaba a todos que era un espacio diseñado para un hombre soltero. Era evidente que solía estar sola en compañía de muebles lujosos, aunque seguramente intentaba pasar el menor tiempo posible allí. En mi interior percibía que la residencia carecía del ambiente a