—Es solo un golpe, un poco fuerte, con la pomada que te pusiste y estos analgésicos bajara la hinchazón —explicaba el médico al joven García.
—Tú siempre tan exagerada —bufó Fernando.
—¡Y tú, tan idiota! —resopló ella.
—¿Puedes caminar? —cuestionó—. O deseas que te lleve cargando como hace rato —propuso él, ladeando una sonrisa.
—Puedo caminar, no te preocupes —respondió ella.
Y aunque cojeando, Isabella transitó por los pasillos de la universidad.
—Déjame ayudarte, no soy un patán como piensas.
Y sin pedirle permiso, Nando, la tomó de la cintura y luego hizo que ella se apoyara en él.
—A veces actúas como un patán, y ni siquiera tengo idea de por qué eres así —confesó Isabella con decepción.
Fernando inclinó su cabeza, tomó aire al escuchar la voz de desilusión de Isabela, entonces salieron a los jardines de la universidad; Enzo y Katty estaban conversando muy animados.
—Creo que hoy ya no pudimos averiguar nada —expresó desanimada Isabella.
—¿Cómo te sientes, amore? —inquirió Enzo,