5| ¡Yo no me enamoré de Val!

— Felicidades — le dijo Itsac después de un rato  — espero que no sea suerte de principiante — pero Helene únicamente sonrió y recibió el papel. 

Para desgracia de Helene, la Brenda también entró en el top cincuenta para competir por los puestos de polito.

Pero Helene no dejó amainar su alegría, había ocupado el primer puesto.

Esa noche en el hotel se sentó en el borde de la cama y tomó su celular, si se quedaría ahí por meses, sus propios ahorros por sí solos definitivamente no eran suficientes, necesitaba ayuda.

— Carlo, cuñadito — dijo en cuanto el hombre contestó al otro lado. 

— Mocosa tonta, ¿Dónde estás? ¡No puedes desaparecer de esa forma sin decir nada! — Helene aguantó la regañisa de su cuñado — te pasaré a Portia. 

— ¡No! — la cortó ella — mi hermana de seguro sacará la mano por el teléfono y me golpeará. 

— Pues te lo mereces. 

— Carlo… Necesito este tiempo para mí, para estar sola, para pensar qué es lo que realmente quiero de mi vida y… creo que encontré lo que quiero, era un sueño de la juventud que creí olvidado, pero necesito un favor. 

— Está bien, pero tendré que decirle a Portia que llamaste y no quisiste hablar con ella…

— Si no fuera tan regañona. 

— Lo hace porque te quiere, al igual que tu hermano… dime qué necesitas. 

— Estoy en Ciudad Costera, me quedaré varios meses, sé que tienes una casa acá, ¿Crees que podrías prestármela por estos meses? Prometo cuidarla. 

— Por supuesto, no hay problema. Llamaré a la aseadora que va una vez por semana para que te de las llaves, no te preocupes. 

— Por favor, convence a mi hermana de que no venga. 

— Lo haré, cuídate, cuñadita… y de verdad espero de corazón que encuentres lo que estás buscando — Helene colgó la llamada y se acostó en la cama apretando el celular en el pecho. 

— Yo también lo espero.

Itsac se dejó caer con fuerza en el asiento tras el escritorio, Toro, su gran amigo y casi como su padre, se sentó al otro lado y se lo quedó mirándolo fijamente. 

Desde la oficina del aeropuerto, se lograba ver la pista de aterrizaje donde un avión despegaba hacia el cielo nocturno. 

— Debería estar en el cielo — dijo Itsac — allá es a donde pertenezco, no sentado aquí en una oficina, con un problema ridículo por resolver y un grupo por entrenar. 

— Tú mismo te ofreciste a entrenarlos — lo regañó Toro — además, al asumir el cargo de la compañía sabías que tu tiempo en el aire se reduciría, pero es la única forma. 

— No, la junta directiva me odia, cree que no soy lo suficientemente responsable como para estar a cargo y no puedo permitir que mi tío se haga con la presidencia. 

— Te dije que no lo aceptaras como inversionista en primer lugar — lo regañó Toro e Itsac bufó. 

— Lo sé, debí escucharte, pero ahora no importa, debo convencer a la junta directiva que puedo con el cargo. Ser el dueño mayoritario no me basta. 

— Tal vez si no te hubieras acostado con cuanta mujer se te atravesara para sacarte del pecho tu enamoramiento por Valentina Vadell ellos confiarían más en ti — Itsac golpeó el escritorio con la mano. 

— ¡Yo no me enamoré de Val! — pero cuando vio la expresión de Toro se relajó — ya no importa, ella eligió a Gael y está feliz… 

— Y tu te acostaste con medio mundo para olvidarla, por eso tu fama de mujeriego te precede y los miembros de la junta no confiarán en ti. 

— ¿Y entonces qué debo hacer? ¿buscar una esposa falsa como me lo recomendaste? Eso es ridículo — Toro se inclinó hacia Itsac, la cicatriz que le cubría toda la cara, desde la frente y atravesando su nariz y la mejilla, se hizo más profunda cuando apretó el entrecejo. 

— Tuvimos qué hacer mucho para poder quitarle la empresa a aquel hombre que te la robó. Entrenar a los pilotos te dará puntos con la junta directiva, los pilotos que tenemos viejos necesitan buenos copilotos que adquieran experiencia, pero lo mejor que puedes hacer para conservar el cargo es fingir estabilidad, una esposa, por ejemplo.  La que quedó en primer puesto en el examen. Es muy atractiva…

— ¡Esa! — bramó Itsac — es una arrogante malagradecida. 

— Me recuerda a alguien… piensalo, ya no hay tiempo, o eliges una chica con la que casarte o despídete de liderar Aeromaya.

— ¿No tengo más opción? 

— No.

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