Lucrecia se alejó de él y le dio una sonrisa.
La joven reconoció en un susurro que ser viuda no era fácil cuando sentías que te había quedado tanto sin decir, sin perdonar o tanto amor que expresar. Alonso sabía una cosa o dos sobre eso, asintió, le miró a los ojos y le tomó de la mano.
—El domingo sigo libre—Dijo Alonso. — Así que si quieres ir a beber o si quieres ir a conocer algún lugar inapropiado de la ciudad, ejemplo la playa o montaña puedes llamar.
—Gracias, estaré mejor cuando pase y Pri vuelve, me tomaré una botella de vino.
—Seguro. Si no te sientes bien el lunes puedes faltar eh…
—Gracias, pero creo que voy a hacer ahí, tienes la junta con los proveedores de materiales y los ingenieros.
—Cierto.
Fue un fin de semana atípico, si bien no había abierto la botella de vino, tampoco había tenido el valor de llamar a Alonso, puesto que, había soñado con su jefe más de una vez en el fin de semana.