--- Ana Teyssier ---
La frase con la que mi madre recibe a Dominik me sorprende. Ambos entramos a casa y ella cierra la puerta, pareciera ser como si ella ya supiera algo.
Cosa que seguramente es cortesía de Romina, no la culpo, ella está feliz de que esté rehaciendo mi vida.
Jamás, en el tiempo que llevamos hablando por teléfono o en sus visitas a Nueva York, ella me ha hablado algo sobre Diego.
Simplemente, hablamos de lo mucho que nos extrañamos, de lo que quiere ser cuando sea más grande y casi siempre en nuestras videollamadas, salía a relucir el nombre de Dominik.
Cuando le platiqué en forma secreta de que él y yo vivíamos juntos, ella gritó de emoción, casi olvidando que le había dicho que era secreto.
- ¡Mucho gusto, señora…! - Dijo Dom extendiendo su mano cortésmente.
- El gusto es mío, Dominik, Marlene Martínez para servirte, pasen, pasen… - Dijo mi madre con una amabilidad que me extraña.
- ¿Y los demás? – Pregunto un tanto extrañada.
- Todos andan desperdigados por la casa