—Bueno, ¿por qué no cenamos juntos? —invitó Felipe una vez más. Ella lo había rechazado la última vez, pero probablemente no lo haría ahora.
Como era de esperar, Sofía asintió, sonriendo:
—Por supuesto.
Ya se daría cuenta de cuál era su plan.
Decidieron la hora y el lugar, y Felipe salió de la oficina para ocuparse de su padre. Una vez fuera de su vista, Sofía borró la sonrisa de su cara. Sacó su teléfono y llamó a Francisco:
—Ayúdame a investigar a alguien. Es Felipe Díaz, de Ciudad de México.
Felipe entró en la sala VIP. Había dejado de sonreír.
— Estás aquí. —El señor Díaz, con unos documentos en las manos, se recostó contra la cabecera . Miró a su hijo. Al ver su expresión adusta, preguntó: —¿Qué? ¿Ha pasado algo en casa de los Díaz?
—No. —Felipe sacudió la cabeza y se acercó a su padre—. He invitado a Sofía a cenar —dijo.
El señor Díaz dudó:
—¿Ella aceptó ?
Felipe respondió con un tarareo. Parecía tranquilo y sereno, lo que sorprendió al señor Díaz.
—No par