🕴️
Habían pasado cuatro días desde la junta. Céline había intentado hablar con él. Le dejó espacio. Le buscó con preguntas suaves. Pero Kilian la esquivaba con rutinas: reuniones, silencio, cansancio. No quería pelear. Solo no sabía cómo quedarse.
El jueves, como si su cuerpo ya lo supiera, terminó frente a la puerta del Instituto Renn. Alina lo recibió sin libreta, sin palabras innecesarias. Lo conocía.
—¿Has pensado en lo que hablamos la última vez? —preguntó, cruzando las piernas.
Kilian se sentó despacio. Asintió, sin mirarla.
—Todo sigue como si nada. Menos yo.
—¿Y contigo? —dijo ella—. ¿También sigues como si nada?
Él no respondió.
—He conocido hombres así —dijo Alina con tono pausado—. Hombres que no se apagan por culpa de alguien, sino por amor. Por admiración. Que se van moldeando sin notarlo. Que empiezan a callar para sostener.
Kilian la miró en silencio.
—Un paciente una vez me dijo: “Si ella es tan increíble, ¿quién soy yo para contradecirla?” Y dejó