El regreso fue en silencio. Matthias había hecho los arreglos sin consultarla demasiado. Sabía que los aeropuertos eran una trampa de flashes, y que Céline no soportaría miradas ajenas en ese estado. Por eso, un jet privado los devolvió a Belvaronne antes del amanecer.
Altura Valtieri dormía cuando llegaron. Ni porteros, ni personal de mantenimiento. Nadie. Solo el eco de sus pasos y el sonido hueco del ascensor al cerrarse.
Matthias no la dejó sola en ningún momento. La ayudó a subir. A abrir la puerta. A llegar a su habitación. Céline se dejó guiar. No hablaba mucho. Pero su cuerpo ya no temblaba. Solo estaba agotado.
—¿Quieres que llame a alguien? —preguntó él mientras ella se sentaba en el borde de la cama—. ¿Tu madre? ¿Busco a los niños?
Céline negó con la cabeza.
—No… No puedo dejar que me vean así. Elian e Yvania han avanzado. No quiero arrastrarlos hacia atrás. Le escribiré a Madeleine para que se quede unos días más allá…
Hizo una pausa, recogiendo el cabello con los d