Pasé un fin de semana tranquilo, pero pensativo.
Después de ver a Dante, hablé con mi padre.
Se escuchaba un poco nostálgico,
y eso me dejó preocupada.
Aunque a mí me estaba yendo bien,
parecía que a él le costaba más las cosas.
Y eso me dolió.
Cuando me levanté el lunes traté de ponerle toda la actitud.
Bajé esperando que Dante ya estuviera listo…
pero estaban discutiendo.
—Tienes que decirle ya, igual no importa, ya lo hicimos —dijo Dante.
—No creo, ¿para qué?
Ella está siguiendo con su vida y, como dices, ya se hizo —respondió mi tío, casi gritando.
—Mattia, es su vida.
Ella tiene todo el derecho.
Ya se molestó la primera vez por ocultarle cosas.
Estamos aún a tiempo de que esto no sea un gran problema.
Sabes que mantener secretos solo los hace más grandes.
Además, no está mal recordarle que el peligro existe.
—Bueno… si eso es cierto, ella a veces olvida el peligro.
Voy por ella.
Salí corriendo hacia las escaleras.
—Tío, buenos días —traté de sonreír.
—Aurora, necesit