Veinte minutos después, los motores de las camionetas resonaron a la distancia, dándonos aviso que ya estaban muy cerca para llegar a nosotros. De inmediato nos preparamos para recibirlo, aunque no sabíamos a ciencia cierta de qué forma iba a llegar.
La primera camioneta se detuvo a una distancia prudente, más no salió nadie de ella. La siguiente se detuvo detrás de esta, y la puerta de los pasajeros se abrió, dejando ver a ese maldito bastardo con una expresión tan neutra y fría que a cualquiera congelaría en su lugar.
No dijo ni una palabra incluso cuando ya se encontraba frente a nosotros. Estaba solo, desarmado, pero no deja de ser extraño que esté tan pacífico y sin atacarnos.
—Vámonos y prometo dejar a tu querido con vida — propuso, refiriéndose a Wesley—. Bueno, prometo dejar a todos estos imbéciles con vida si vienes conmigo.
—No voy a ir contigo a ningún lado.
—No te lo estoy preguntando, cariño. Es que no tienes opción de elegir.
—No sé quién estaba más corrido de la cabeza,